En un emotivo testimonio de arraigo familiar, la tradición anual del Pesebre navideño en el patio de los abuelos, celebrada por la familia Quevedo-Lailla, alcanza su vigésimo séptimo año.

Pesebre familiar reiterada desde hace 27 años

Este año, el pintoresco montaje adquiere un simbolismo profundo al reflejar tres facetas cruciales de la vida en el Chaco, en el contexto de la producción pecuaria. La escena se desenvuelve entre la sequía, manifestación evidente del clima imperante, la preocupación palpable entre los productores y la subyacente alegría que trae consigo la esperada llegada de la lluvia.

Los niños cantan la historia del Niño Dios

El Pesebre, más que una representación estacional, se convierte en un espejo de las vicisitudes del entorno, capturando la esencia misma de la vida en esta región. La aridez del paisaje y la inquietud generada por las condiciones climáticas desafiantes se entrelazan con la esperanza encarnada en la precipitación que anuncia renovación y prosperidad.

Alegría y chicos y grandes en un ambiente de fiesta cristiana

La familia Quevedo-Lailla, custodia de esta tradición arraigada, comparte así un relato que va más allá de la simple representación navideña, ofreciendo a la comunidad un reflejo auténtico de su historia y las complejidades que enfrentan. En el vaivén entre la sequedad y la alegría, el Pesebre en el patio de los abuelos se erige como un testimonio vivo de la resilencia familiar y la capacidad de encontrar luz en medio de la adversidad.