En el corazón del barrio Sanja León de Concepción, la canchita Nanawa ha sido testigo silencioso del paso del tiempo y del nacimiento de incontables historias. Desde 1946, el pequeño campo de fútbol fue mucho más que un terreno de juego; fue el hogar de sueños, alegrías, derrotas y triunfos que marcaron a generaciones de deportistas. Hoy, ese lugar que tantas veces vibró con los ecos de la pelota y los gritos de los niños cierra sus puertas para siempre.

El Club Nanawa, miembro de la Liga Concepcionera de Fútbol, nació en este terreno hace más de siete décadas. Allí, bajo el sol abrasador y la mirada atenta de la comunidad, crecieron figuras que luego destacaron en el fútbol nacional e incluso internacional. Sin embargo, a pesar de haber sido el epicentro de la actividad deportiva del club durante más de 70 años, el predio nunca le perteneció. Hoy, un emprendimiento privado ha marcado el final de esta era, destinando el terreno a otros fines.
Los vecinos recuerdan con melancolía aquellos días en los que las tardes se llenaban de vida en la canchita. Los partidos improvisados, las finales de campeonatos amateur, y la alegría de ver a sus hijos y nietos correr tras un balón son recuerdos que quedarán grabados en la memoria colectiva.

“El Nanawa era más que un club. Era un símbolo de nuestra comunidad, de nuestros sueños compartidos”, dice Miguel Zeballos, quien ahora vive en Asunción recordando su niñez.
“Ver cerrar este espacio es como despedir una parte de nosotros mismos», agregó Miguel, hijo de la comunidad, que junto a su hermano Yhonny, pasaeon su niñez en la cancha y luego surgieron en Asuncion en el periodismo.
Rubén Herrera, conocido deportista, jugador y tecnico de fútbol, dijo que en esta cancha surgieron grandes futbolistas que llegaron hasta a nivel internacional, tales como Lito Pérez Bázan (arquero internacional), Wilfrido «Canta» Irala (arquero), Marcial Espínola (mundialista del 78), Jacinto Paredes, los hermanos Ayala, Espínola, Irala, Paniagua, entre otras figuras. «Para mí es un hecho significativo el cierre, pero hay que decir que el predio nunca fue del club, y sabemos que no hay nada que hacer más que recordar con nostalgia» señaló Herrera.

Así, entre el polvo que levantan los últimos balones y el eco de los pasos que ya no volverán, la canchita Nanawa se despide. Con su cierre, se apaga un pedacito de la historia deportiva de Concepción, dejando un vacío que será difícil de llenar. Pero, como toda despedida, también queda el consuelo de los recuerdos, esos que nunca podrán ser arrebatados.