Vicente Martí, jubilado bancario de 74 años, dedica sus días a rellenar una sanja en el barrio Inmaculada de Concepción. Su objetivo: convertir el lugar en un futuro mirador comunitario.
Mientras la mayoría opta por el descanso tras la jubilación, Vicente “Coco” Martí eligió otro camino: el de la acción silenciosa y el servicio comunitario. Desde hace cuatro meses, este vecino del barrio Inmaculada trabaja a pulmón en el relleno de una sanja a orillas del río Paraguay, en el sector conocido como Sanja León, con la esperanza de que el espacio se transforme algún día en un mirador para todos.
Lo hace solo, sin maquinarias ni ayuda institucional. Llega cada mañana en su vieja motocicleta, cargando una pala, una carretilla, una radio y una botella de agua. En silencio, acarrea tierra y rellena el suelo. Es su manera de mantenerse activo y, al mismo tiempo, aportar al embellecimiento de su ciudad.
“Yo ya estoy solo en casa, mis hijas viven en sus viviendas. Entonces voy al lugar a trabajar para despejarme, y me gusta cooperar con la limpieza”, cuenta Coco, con una serenidad admirable. La idea del mirador, según dice, requerirá inversión de las autoridades, pero él se ocupa de lo esencial: dejar listo el terreno.
Esta no es la primera vez que Coco toma la iniciativa de mejorar su comunidad. Ya en varias ocasiones realizó el relleno de baches en calles de la ciudad, siempre por cuenta propia. Fanático del deporte, es un ferviente seguidor de La Azul y Banda Roja de Concepción, además de hinchar por Olimpia y la Albirroja.
El gesto de Coco no solo habla de esfuerzo físico, sino también de una filosofía de vida: la de quien, aún en el ocaso de su rutina diaria, elige construir, dejar huella y mostrar que el compromiso ciudadano puede empezar por una simple carretilla y una buena dosis de amor por el lugar donde uno vive.
Foto: Ciudadana concepcionera