Félix Ramos (periodista)

Una reseña rápida de la historia humana basta para encontrar innumerables capítulos en donde el ejercicio del poder se ha caracterizado no precisamente por el orden y el respeto a la dignidad de las personas. Largos periodos de sangre y luto copan las páginas de la historia universal y han tenido como protagonistas a conocidas figuras cuyas inconductas han llevado inclusive al colapso a civilizaciones enteras.

La historia enseña que todo desorden conduce al abismo.
La historia enseña que todo desorden conduce al abismo.

Como ejemplo mencionemos al Emperador romano Calígula, que se caracterizó por su incontrolable derroche, sus interminables orgias de sexo y sangre y llegó hasta la extrema locura de nombrar Cónsul a su caballo. O el sanguinario Nerón quien asesinó  a su propia madre y a sus dos esposas, llegando al desquicio de incendiar toda una ciudad.

Podríamos mencionar también a la Zarina Catalina La Grande, que gobernó por más de tres décadas a Rusia y se caracterizó por sus excentricidades lujuriosas entre las que se mencionan la creación de un salón erótico y su ¨especial aprecio¨ por los caballos. Ya en el siglo veinte resalta sin contrapuntos la figura de Adolf Hitler, responsable del mayor holocausto de la historia. Pero sin ir lejos, mirando nuestra realidad e historia reciente, es justo mencionar los más de treinta años de innumerables atrocidades atribuidas a la dictadura ejercida por el General Alfredo Stroessner.

Las circunstancias, lugares y épocas fueron distintas, sin embargo, el denominador común que caracterizó a estos capítulos de la historia fué la tiranía, por lo que en la actualidad una de las recetas aplicadas universalmente para evitar repetir los errores es la Democracia

En este sentido, preocupa el rumbo que está tomando una de las instituciones más genuinas de nuestro régimen democrático, el Municipio. Repasando los últimos acontecimientos que envuelven al gobierno municipal de Concepción, a más de un nostálgico se escuchó rememorar épocas pasadas buscando un sustento al argumento de que antes todo era mejor.

Por un lado, el ejecutivo comunal, con un creciente descontrol en sus funciones reflejado en obras inconclusas o mal hechas, calles en total estado de abandono, sin una hoja de ruta definida, reuniendo entre sus principales agentes a personas cuyo único mérito al parecer es la obsecuencia y genuflexión ante cualquier capricho conjugado en primera persona, lo cual aparentemente es más importante que algún proceso judicial que pudieran estar soportando.

Por otra parte, en el seno de la Junta Municipal, la que naturalmente debería ejercer control sobre los actos ejecutivos, la situación es cada vez más penosa. Con la mayoría de sus miembros embarcados en una especie de orgia politiquera, donde en cada episodio no tienen el menor empacho en abusar del estado de derecho y sodomizar la confianza popular depositada en ellos. Sin la instalación de discusiones maduras que apunten a la construcción de una nueva sociedad, constituyen el fiel reflejo de partidos políticos que definitivamente han perdido el rumbo.

Pero lo más preocupante es la actitud casi masoquista de la ciudadanía que soporta a diario las consecuencias del desorden, sin animarse a echar mano a recursos y herramientas propias de la democracia para corregir el rumbo. Por el contrario, pareciera más atenta a alimentar el morbo con desprolijidades en la conducta personal de sus gobernantes, las cuales no tienen la menor relevancia, toda vez que no involucre a bienes públicos como ser algún vehículo u oficina de la Institución Municipal.