Un día como hoy, pero hace 42 años, el barco Myriam Adela impuso con su hundimiento en el río Paraguay una de las marcas más tristes e indeseadas de nuestra historia naval, una cifra hasta ahora no superada de 113 muertos.

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En casi todo el mundo prácticamente no se hablaba de otra cosa que no fuera la Copa Mundial de Fútbol de 1978.

En Sudamérica, principalmente, la fiebre del mundial arrasaba ya que el trascendental torneo se disputaría en Argentina.

En Paraguay, como país vecino del organizador, solo se aguardaban los cuatro meses que faltaban para que empezara a rodar el balón y así olvidar al menos por un mes el yugo de la dictadura militar de Alfredo Stroessner que estaba en su punto más alto.

Sin embargo, aquella tragedia del 10 de febrero de 1978 haría olvidar a nuestro país no solo del Mundial, sino de la dictadura y de cualquier otra cosa.

El hundimiento del barco Myriam Adela fue una catástrofe nunca antes vista y que, afortunadamente, nunca más se repitió.

El buque de transporte zarpó del Puerto de Asunción un día antes, el 9 de febrero. Debía recorrer 510 kilómetros por el río Paraguay hasta el Puerto de Vallemí, en el departamento de Concepción.

Desde la capital, inició su travesía habitual con 26 pasajeros a bordo, más la tripulación.

Sin embargo, en cada puerto iba alzando más gente y, sobre todo, más carga, excesiva, de hecho.

Ya con unas 180 personas a bordo, la embarcación alcanzó el Puerto de Concepción y en la mañana del 10 de febrero de 1978 siguió su travesía aún más al norte.

Una repentina tormenta, que en realidad fue como un tornado, volteó la embarcación, que se hundió en cuestión de segundos, arrastrada hacia el fondo por el peso exagerado que llevaba.

El periodista e historiador Luis Verón confirmó que el recuento final arrojó una cifra de 113 muertos.

La tragedia ocurrió antes de alcanzar el Puerto Kemmerich (hoy denominado oficialmente Puerto Abente), que queda 80 kilómetros aguas arriba de Concepción, 50 kilómetros antes de Puerto Pinasco y 130 kilómetros antes del Puerto de Vallemí, donde el Myriam Adela debía atracar.

Kemmerich era el apellido de un inmigrante saladero, es decir, pionero en la técnica de salar y conservar las carnes para la exportación.

Eligio González Aponte ahora tiene 82 años. Es uno de los héroes civiles que pudo salvar a 25 náufragos con una canoa en la que esperaba una encomienda que traía el Myriam Adela para la estancia en la que trabajaba.

Fuente ABC Color